

La dinámica de la sociedad actual, demanda felicidad. Condicionados en gran parte por las redes sociales y las fórmulas exitosas de mensajes positivos, parece que está mal visto no mostrarnos alegres. Nos gusta ver el lado bueno de las cosas, aunque eso no implica que no exista el sufrimiento.
Pero esa felicidad impuesta, ¿supone una felicidad real?
¿El ansia por ser felices está haciendo que reflexionemos y cambiemos nuestros hábitos de vida y la manera en la que gestionamos las emociones, o es una actitud impostada para que los demás nos perciban de esa forma?. ¿Existe una verdadera armonía entre lo que mostramos y lo que sentimos?
La felicidad ininterrumpida aburre; debe tener alternativas. Molière
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